A mediados de 1984 el país se debatía entre el entendimiento y el enfrentamiento. Los propósitos del ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa de acelerar la transición hacia la democracia habían fracasado y, lejos de abrirse al diálogo, el régimen militar se endurecía cada vez más. Por parte de la oposición, convivían tres estrategias para derrotar a la dictadura; la armada, liderada por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez; la radicalizada del Movimiento Democrático Popular, MDP; y la que rechazaba la violencia y "todas las formas de lucha" de la Alianza Democrática. Pero en los hechos, predominaba la del MDP y, particularmente, la de su conglomerado eje, el Partido Comunista.

Al interior del Partido Demócrata Cristiano había quienes creían que lo importante era terminar la dictadura y que, para conseguirlo, se debía aunar fuerzas con todos los que buscaran el mismo fin, promoviendo acciones conjuntas con los comunistas y sus aliados. Otros, entre ellos Patricio Aylwin, afirmaban que el objetivo no era solo derribar la dictadura, sino recuperar la democracia, y que mal podrían los comunistas ayudar a recuperarla cuando, por su propia filosofía política, no creían en ella.

El 1 de junio de 1985 se reunió -por primera vez desde mayo de 1973- la Junta Nacional del Partido. Aylwin, hasta entonces Vicepresidente de la colectividad, había decidido no ser parte de las listas que presentaron los tres candidatos -Gabriel Valdés, Juan Hamilton y Adolfo Zaldívar-, priorizando adherir a la lista que "Por la Recuperación de la Democracia" presentaron los abogados vinculados a la Alianza Democrática en las elecciones gremiales, donde Aylwin fue elegido Vicepresidente.

Para entonces, el Arzobispo de Santiago, Cardenal Juan Francisco Fresno, se había reunido con variados sectores políticos para dialogar y reflexionar en torno a las bases de un acuerdo democrático. El 25 de agosto, representantes del mundo socialista, la Izquierda Cristiana, la Social Democracia, la Democracia Cristiana, los Partidos Liberal y Nacional y Unión Nacional, firmaron el “Acuerdo Nacional para la transición a la plena democracia”. Aylwin fue uno de los firmantes.

Si bien el Acuerdo no produjo los efectos esperados -el Gobierno hizo caso omiso de sus propuestas y el propio Pinochet recomendó al Cardenal que no se metiera en política- las movilizaciones sociales continuaron ejerciendo una creciente presión. El 25 de marzo de 1986 se realizó uno de los actos más masivos de aquellos años, organizado por las Federación de Colegios Profesionales, cuyo presidente, el Dr. Juan Luis González, convocó a constituir una "Asamblea Nacional de la Civilidad", que reuniera a todas las organizaciones representativas de las distintas actividades y sectores de la comunidad nacional, con el fin de representar al Gobierno sus necesidades y aspiraciones sectoriales y globales, formalizadas en lo que se llamaría "La demanda de Chile", por cuya satisfacción lucharían por medios pacíficos.

La respuesta del Gobierno a las protestas y paros convocados por la Asamblea fue una brutal represión, que dejó a Chile entero con una penosa sensación de dolor e impotencia. El costo en vidas y en sufrimiento de gente humilde e inocente había sido muy alto y el régimen se afirmó brutalmente en su fuerza, sin dar el menor signo de comprensión ni de apertura.

El descubrimiento, en agosto de 1986, de una masiva internación de armamentos por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el atentado para asesinar al General Pinochet en el Cajón del Maipo, un mes más tarde, dejaron en claro que, a partir de ese momento, la vía de la movilización social -en cuanto estaba expuesta a acciones o consecuencias violentistas- quedaba descartada del camino para recuperar la democracia. A partir de entonces, entre quienes se oponían a la dictadura, comenzó a primar la opción de buscar una salida política a la crisis que vivía el país.

El 25 de febrero de 1987 se abrieron los registros electorales, con miras al Plebiscito que, de acuerdo a la Constitución, debía realizarse en 1988. Numerosos dirigentes de los sectores democráticos, entre ellos Patricio Aylwin, acudieron a inscribirse. De esta forma, partía la lucha de los demócratas chilenos para derrotar a la dictadura en su propia institucionalidad.

Semanas después, el Papa Juan Pablo II visitó Chile. Su mensaje removió muchas conciencias, entre ellas la del propio Aylwin, quien, después de tantos años de sueños y luchas, se sentía parte de una generación fracasada. El llamado de Su Santidad a trabajar por una sociedad más justa, levantó el espíritu de Aylwin y le entregó una renovada energía para proseguir la lucha, que lo llevaría a ser Presidente Nacional del Partido en junio de 1987.

Colecciones en esta etapa