Transcurrido un año del golpe militar, se hizo evidente que las Fuerzas Armadas tenían la intención de quedarse un buen tiempo. Las primeras declaraciones, en que se comprometían ante el país a normalizar la situación para que Chile recuperara su tradición democrática y libertaria, fueron reemplazadas por dichos y acciones autoritarias, propias de una dictadura cada vez más personalizada.

A la represión iniciada después del golpe en contra de los militantes de izquierda, se agregó a partir de 1975 una persecución a muchos democratacristianos, algunos de los cuales fueron exonerados y otros tantos enviados al exilio, entre ellos, destacados dirigentes, como Bernardo Leighton, Claudio Huepe, Renán Fuentealba y Jaime Castillo Velasco.

Ante el desafío de “salvar el alma y el cuerpo del Partido” para avanzar en la recuperación de la democracia, mantener la unidad del Partido y definir la estrategia a seguir, en septiembre de 1974 el Presidente Nacional, a pesar del receso político impuesto por la dictadura, dio inicio a un proceso de consulta al Plenario Nacional.

Definida la línea a seguir, hubo sectores, especialmente democratacristianos que estaban en el exterior, que desconocieron el acuerdo respecto a la política de alianzas aprobada en la consulta, específicamente con socialistas y comunistas.

A fines de 1975 se difundieron dos documentos; “El mandato de la historia”, de Eduardo Frei Montalva, y un saludo de navidad y año nuevo, de Patricio Aylwin. Ambos planteaban las bases para reconstruir la democracia en Chile.

A comienzos de 1976, la Junta Militar creó el Consejo de Estado y el PDC expulsó a Juan de Dios Carmona por haber aceptado ser uno de sus consejeros. En junio, tuvo lugar la VI Asamblea de la Organización de Estados Americanos, OEA, reunida en Santiago, oportunidad en que los abogados Eugenio Velasco, Jaime Castillo, Héctor Valenzuela, Andrés Aylwin y Fernando Guzmán presentaron una carta a los Ministros de Relaciones Exteriores asistentes al evento, denunciando las sistemáticas violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo en Chile.

La situación generó un fuerte debate que determinó la expulsión del país de Jaime Castillo, Eugenio Velasco y Orlando Cantuarias, hecho que motivó una contundente defensa judicial por parte de Patricio Aylwin, Juan Agustín Figueroa, Héctor Valenzuela y otros abogados. Pese a ello, una vez más los Tribunales de justicia actuaron sin el coraje moral de defender el derecho y cumplir su misión.

Patricio Aylwin define estos tres años y medio en que ejerció la Presidencia de su Partido como los más difíciles de su vida: “Golpeado anímicamente por tanta adversidad, con signos claros del quebrantamiento de mi salud -mi peso había descendido a 65 kilos, a pesar del metro ochenta de estatura- y advirtiendo que el desaliento se apoderaba de mis camaradas, que a pesar de las buenas intenciones de muchos, siempre demostraban mejor disposición a criticar que a colaborar, sentí que había llegado la hora de dejar la dirección del partido”.

Era el 30 de octubre de 1976.

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