Sin duda los cuarenta y dos meses que le correspondió a Patricio Aylwin ejercer la Presidencia Nacional el Partido Demócrata Cristiano coinciden con los acontecimientos más complejos de la historia política chilena del siglo XX.

Agotado física y anímicamente, en octubre de 1976 deja el cargo en el Partido para intentar recuperarse, atender sus necesidades económicas y “recobrar la libertad personal para opinar con independencia, sin comprometer a otros con los dictados de su conciencia”.

Su retorno a la actividad profesional fue difícil. Alejado por más de diez años, carecía de clientela y, bajo la dictadura, su nombre no era bien visto ni en círculos empresariales ni en los tribunales de justicia, donde primaba una obsecuencia lastimosa ante el poder gubernativo.

En lo político, liberado de la responsabilidad directiva, mantuvo su actividad partidaria que se fue tornando cada vez más difícil, especialmente tras la prohibición de los partidos políticos decretada por la autoridad militar, medida de amedrentamiento complementada con la persecución, expulsión y relegación de destacados dirigentes democratacristianos.

En un acto sin precedentes, realizado en el cerro Chacarillas en julio de 1977, el gobierno empoderado anunciaba la construcción de una “nueva democracia, autoritaria, protegida, integradora, tecnificada y de auténtica participación social”. Esta propuesta buscó consolidarse mediante la Consulta Nacional realizada en enero de 1978, convocada por las autoridades militares tras la condena al Gobierno de Chile hecha por Naciones Unidas que, por cuarta vez, rechazaba las constantes violaciones a los Derechos Humanos que cometía el régimen imperante.

Los resultados fraudulentos de la Consulta permitieron la institucionalización del régimen militar. Fue evidente entonces que los demócratas tenían una larga y dura lucha por delante. Siguiendo el espíritu expresado por la Democracia Cristiana en el documento “Una Patria para Todos”, Aylwin visualizó la necesidad de generar una instancia de reflexión política lo más pluralista posible, que propusiese al país una alternativa democrática centrada en una propuesta constitucional. El 31 de julio de 1978 esta iniciativa se vio materializada en la creación del Grupo de Estudios Constitucionales o “Grupo de los 24”.

Los inicios de la década de los 80 estuvieron marcados por una serie de jornadas de protestas contra la dictadura, lideradas por diversas agrupaciones políticas, como la Alianza Democrática y el Movimiento Democrático Popular.

El creciente clima de violencia que comenzaba a vivir el país, llevó a Patricio Aylwin a “elaborar una salida, un camino para Chile capaz de conquistar el corazón y la mente de los chilenos”. Nuestra tarea, le escribe a su amigo Jaime Castillo, exiliado en Venezuela, es “elaborar algunas líneas muy definidas y concretas que tracen el diseño de un proyecto histórico democrático para Chile”. Con este fin elabora diferentes documentos que expone en círculos académicos como CISEC, Ilades e incluso en la Academia de Seguridad Nacional, ante cuyos mandos y oficiales militares expuso su trabajo “Lineamientos para un Nueva Institucionalidad”.

En julio de 1984, Patricio Aylwin lideró la idea de enfrentar y derrotar a la dictadura por medios jurídico-políticos, utilizando la cuestionable institucionalidad generada por la propia dictadura: “De una situación como esta solo se sale por la guerra civil (…) o por el reencuentro y reconciliación entre los dos o tres Chiles que hoy existen en el suelo patrio. La primera es la salida violenta, impuesta por la fuerza. La segunda es la salida pacífica, conseguida por los caminos de la razón y del derecho. Vale decir, política y jurídica.”

Colecciones en esta etapa